21.9.08

Discúlpame y gracias...

Quiero disculparme contigo.
Disculpame por haberme ido tan de boca... haberme enamorado tan fuerte como lo hice. Tuviste que ver bastante en el principio, no te hagás el inocente tampoco, pero admito que debí haberlo controlado un poco. Quisimos jugar al amor pero tú tenías tus reglas, yo las mías, mi corazón otras y el destino otras. Admito que no debí tomarme tantas cosas tan a pecho y sacar las situaciones de proporción. Mi corazón inexperimentado no supo como reaccionar; le dieron un bombón y pensó que era dueño de la dulcería. Sí, no debiste de haberlo tentado así como lo hiciste... poco experimentado corazón o no estuvo malo. De todos modos, nada compaginó al final... fue lo mejor.

También disculpame por el daño que te pude causar cuando estaba enojada contigo... quería destrozarte porque no podía tenerte. ¡Qué infantil! Traté por todos los medios hacerte odioso ante mis ojos pero nunca pude; esa frustración la traslucía haciéndote sentir mal (o tratando). Yo no soy así. No quería comportarme como soy realmente porque a ti siempre te di un trato especial. No lo podía evitar; me lo inspirabas... siempre me sacabas mi mejor lado... y también me sacaste el peor. Pudiste en algún punto haberme tratado quizás un poco mal, con indiferencia o con descuido; y mi perspectiva, que estaba un poco alterada, lo tomó como una afrenta personal. ¡Cuánta tontería!

Y también quería agradecerte porque en su momento... fuiste lo máximo. Me diste un poco de eso que no tenía y compartiste conmigo tu vida. Gracias por esos regalos y por tantas cosas que compartimos juntos.

Vaya si las relaciones humanas son complicadas... no venimos con manuales de cómo tratarnos o "qué hacer en caso de" (creo que de todas formas nadie los leería). Todos reaccionamos tan diferente ante todo, venimos con bagaje emocional, somos impredecibles en algunos aspectos y tan caprichosos... pero todos mejoramos poco a poco. Para ser viejos y sabios primero tenemos que ser jóvenes y estúpidos.

13.9.08

Guerra

Todo esto de "reformarse" parece llevar muchas pequeñas batallas. Yo pensé que ya iba a mejorar todo, después de las últimas batallas, pero parece que va a ir de mal en peor poco a poco hasta que finalmente me ajuste completamente. No me agrada el prospecto.

Nunca he sido una de esas personas que se ajustan a los grupos, que tiene una tarjeta marcada que dice quién soy, qué hago y cómo me comporto. Jamás me ha molestado. Tampoco voy a ganar un concurso de popularidad, ni siquiera en mi propia familia, pero nunca he aspirado a hacerlo. Para mí no hay ningún problema si aquellas personas que quiero me quieren. No dudo que lo hagan pero a veces el mundo se pone en mi contra cuando yo estoy haciendo las paces con él. Cuando decido portarme "bien" y tener caridad y todas esas virtudes, la montaña crece el triple y las fuerzas se me desvanecen...

Me cuesta mucho compaginar quién soy con quién quiero ser y con quién pretenden que sea. Todo el tiempo son peleas por modificar actitudes; siempre hay algo malo, algo que corregir, algún regaño... y esto no es sólo del mundo exterior: yo lo hago conmigo misma. Me regaño por no comportarme como quisiera; por no ser quien quisiera ser; y por tener tanto miedo a arriesgarme a hacerlo. Me siento muy bipolar...

Tengo amistades que me quieren, pasatiempos, estudios y pasiones. Pero al final del día soy una dork, una freak, una loser y una loca rara para estándares aburridos comunes.
Me gusta salir a divertirme pero me gusta quedarme en mi casa de vez en cuando con Isolda (mi amiga la computadora; hasta nombre tiene). A veces simplemente no me interesa escuchar las mismas pláticas estúpidas con gente que ni siquiera conozco. No tengo dificultades para hacer amigos y pasarmela bien a dónde vaya, pero hay días en que no quiero, simplemente porque hay un algo que me gustó más.
Me gustan los libros y puedo embeberme en ellos por horas eternas... con ellos visito países, conozco gente fascinante, aprendo miles, soy la princesa del cuento rescatada por el príncipe azul (que en vida real está extinto). Lloro, río, me enamoro y me indigno... es un huracán de emociones comprimidos en conjuntos de curvas y líneas impresas (o que veo en la pantalla). Me fascina escribir también... tener ese poder de decidir que va a pasar y moldear acciones, sentimientos y personajes. Explorar nuevos mundos con gente nueva y dejar que ellos me ayuden a escribir sus futuros.
Las caricaturas me vuelven loca y amo los episodios de anime que me convierten mágicamente otra vez en la niña que creía que se podía subir a las nubes a dormir o jugar con las estrellas a las escondidas.
Actuar es mi pasión entera porque con el personaje hago de él todo lo que esa persona es, quiso ser y será. Juego con él y no me lo tomo nunca totalmente en serio; lo voy conociendo poco a poco y dejo que se muestre lentamente...
Mi otro amor es pintar... pero como una expresión. No como decoración de "qué lindo cuadro" si no de aquellos que impactan y hacen pensar. No soy pintora; soy artista y busco expresarme y sacar mis sentimientos. No agradar a la audiencia. Así soy real.
Me fascina vivir e involucrarme con el mundo entera. Pero para hacer eso no necesariamente necesito de compañía de otros seres humanos... en meditaciones, escuchando música, en paseos solitarios o nadando estoy en paz; me siento armónica sin tener que pelear con nadie. Simplemente soy.

Entiendo que no es factible creer que uno siempre va a estar en mundos ajenos al real y que no siempre se puede estar en armonía. Entiendo que toda la vida van a haber clientes, trabajo, cosas que odiamos, obligaciones... lo sé. Tomaré una actitud infantil ante ellos a veces pero todavía me aferro a la creencia de ideales, de ganarme el pan de cada día con un trabajo que ame completamente; tanto, que lidiar con clientes y todos los problemas que eso acarrea sean nimiedades. Me aferro a ver en todo algo bueno, a creer en la luz al final del camino rocoso, a tomarme las cosas un poco más ligero de cómo vienen... y me aferro porque sé que tiene algo de cierto.

6.9.08

Dios.

No soy dada a hablar de Dios abiertamente... más que todo porque es un tema en el cual, no sólo me siento incómoda, si no confundida, atacada y sin qué decir.

Si hace unos meses hubiera escrito una entrada sobre este tema probablemente hubiera sido completamente atea, mas bien, agnóstica: una sarta de barrabasadas, groserías y blasfemias. Me da mucha pena decirlo pero es cierto. Todo era una rabieta de niña... el querer que la Autoridad Última no exista para no tener que responsabilizarte de nada, ni rendir cuentas de tus acciones. La rebeldía interna por no seguir la corriente y hacer lo que se me da la gana con esa mentada libertad que todo el mundo busca pero nadie sabe particularmente para que sirve en serio. Es, usualmente, un libertinaje vestido de moral y ética.
Terminó.

No voy a pretender tampoco que tengo una nueva vida gracias a revelación divina; que voy todos los domingos a la iglesia, que me confieso cada quince días, que leo la Biblia a diario, que tengo un grupo de religión, que vivo libre de todo pecado, y que los infieles se van a ir al infierno. No, no.

He llegado a comprender, pero todavía estoy y estaré siempre en proceso, que la religión y la relación personal con nuestro Creador es personal para cada quién. Tan personal que está exentá de preconcepciones y reglas implementadas. Es un aprendizaje continuo y no se puede pretender que a primera instancia todo va a salir bien. También aprendí que no se puede forzar por ningún medio pero para acercarse a ella hay que hacerlo de tres formas: racional, emocional y espiritual. De esta forma lo hacemos de forma integral y todo tiene sentido.

Eso sí, me encuentro con sentimientos encontrados ante muchas situaciones que se me presentan. Pero, me es más fácil enfrentarme a lo que venga.

Dios ha sido maravilloso conmigo. Me ha cuidado desde muy pequeña y me di cuenta que a pesar de haberme peleado con Él, de haberlo negado y haber querido irme lo más lejos posible, regrese a Su puerta con la cola entre las patas y triste. La única forma de conocer la felicidad es sabiendo qué es la tristeza. A pesar de todo lo que pude haber dicho en Su contra y todas las tontadas que pude haber cometido siempre me cuidó. El orgullo me estaba cegando ante todas las felicidades de la vida, había perdido la armonía interna y mi dirección... pero al darme cuenta de todo ello y simplemente dejarme caer ante Su voluntad y decir "lo dejo todo en Tus manos, que sea como Tú quieres" las cosas parecieron empezar a caer en su lugar. No miento! Todo empezó a mejorar... y eso que seguía con los mismos problemas...

En mi sinfonía me hacía falta la nota más importante... la pieza que une todo... me siento de vuelta en mi hogar.