6.9.08

Dios.

No soy dada a hablar de Dios abiertamente... más que todo porque es un tema en el cual, no sólo me siento incómoda, si no confundida, atacada y sin qué decir.

Si hace unos meses hubiera escrito una entrada sobre este tema probablemente hubiera sido completamente atea, mas bien, agnóstica: una sarta de barrabasadas, groserías y blasfemias. Me da mucha pena decirlo pero es cierto. Todo era una rabieta de niña... el querer que la Autoridad Última no exista para no tener que responsabilizarte de nada, ni rendir cuentas de tus acciones. La rebeldía interna por no seguir la corriente y hacer lo que se me da la gana con esa mentada libertad que todo el mundo busca pero nadie sabe particularmente para que sirve en serio. Es, usualmente, un libertinaje vestido de moral y ética.
Terminó.

No voy a pretender tampoco que tengo una nueva vida gracias a revelación divina; que voy todos los domingos a la iglesia, que me confieso cada quince días, que leo la Biblia a diario, que tengo un grupo de religión, que vivo libre de todo pecado, y que los infieles se van a ir al infierno. No, no.

He llegado a comprender, pero todavía estoy y estaré siempre en proceso, que la religión y la relación personal con nuestro Creador es personal para cada quién. Tan personal que está exentá de preconcepciones y reglas implementadas. Es un aprendizaje continuo y no se puede pretender que a primera instancia todo va a salir bien. También aprendí que no se puede forzar por ningún medio pero para acercarse a ella hay que hacerlo de tres formas: racional, emocional y espiritual. De esta forma lo hacemos de forma integral y todo tiene sentido.

Eso sí, me encuentro con sentimientos encontrados ante muchas situaciones que se me presentan. Pero, me es más fácil enfrentarme a lo que venga.

Dios ha sido maravilloso conmigo. Me ha cuidado desde muy pequeña y me di cuenta que a pesar de haberme peleado con Él, de haberlo negado y haber querido irme lo más lejos posible, regrese a Su puerta con la cola entre las patas y triste. La única forma de conocer la felicidad es sabiendo qué es la tristeza. A pesar de todo lo que pude haber dicho en Su contra y todas las tontadas que pude haber cometido siempre me cuidó. El orgullo me estaba cegando ante todas las felicidades de la vida, había perdido la armonía interna y mi dirección... pero al darme cuenta de todo ello y simplemente dejarme caer ante Su voluntad y decir "lo dejo todo en Tus manos, que sea como Tú quieres" las cosas parecieron empezar a caer en su lugar. No miento! Todo empezó a mejorar... y eso que seguía con los mismos problemas...

En mi sinfonía me hacía falta la nota más importante... la pieza que une todo... me siento de vuelta en mi hogar.

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